martes, 30 de octubre de 2007

REBELIÓN EN EL AULA (16 de noviembre de 2006)

Aquí sólo atendemos cuando se reparten bofetadas. Años lleva el gremio educativo clamando por leyes que se adapten a la realidad escolar sin ninguna consecuencia. La llamada ‘violencia en las aulas’ no es sino un eslabón más, sin duda lamentable y grave, de una larga cadena de desajustes a los que nadie pone remedio, enredada en debates cuyos protagonistas, en muchísimas ocasiones, o no han pisado una clase en su vida o no lo hacen desde hace años, y a los que se suele denominar como “expertos”. ¡Ja!

Las actuales leyes, encomiables en muchos aspectos, resultan, en problemas como el que nos ocupa, un torpe auxilio, no sólo porque no son muy eficaces a la hora de prevenir las situaciones de riesgo (a la vista está), sino que por añadidura, y sin pretenderlo, las fomenta.

Cuando había mili, algunos optaban por la objeción; otros por la insumisión. En las aulas conviven los dos tipos: quienes tienen un bajo o nulo compromiso con su aprendizaje, pero no molestan, y los revientaclases, que engrandecen su leyenda de reiteradas desobediencias (por no decir algo más fuerte), con constantes alteraciones del orden, que reciben las expulsiones como merecida medalla que adorna su acción. Ni quieren estar ni les importa que les excluyan del sistema. He aquí donde la ley se revela con toda su incuria, pues no da respuesta suficiente y pronta a quienes se encuentran en un callejón sin salida. Ni a los unos ni a los otros. No basta con remiendos a la desesperada, cuando los que se ven en semejante coyuntura rozan la mayoría de edad, si no la han alcanzado ya. Las cosas deberían estar resueltas mucho antes. Una fecha de nacimiento no puede ser un grillete para el futuro de las personas.

Y así estamos, con la docencia en la lista de profesiones de riesgo, el TEDAX de la adolescencia. La mayoría de los alumnos son personas con las que se puede trabajar bien o muy bien, a los que hay que proteger en su proceso de aprendizaje, que sufren como nadie las consecuencias. No es una vergüenza social dar una salida a objetores e insumisos antes de los 16 años fuera del ámbito de la E.S.O. Al contrario: evitaríamos disgustos y lágrimas. Y la educación no necesita plañideras; precisa soluciones.

0 comentarios:

Blogger Templates by OurBlogTemplates.com 2008