martes, 10 de mayo de 2011

SOY ALGO MÁS QUE UN VOTO (mayo de 2011)

Dicen que en los municipios pequeños no se vota a los partidos sino a las personas. Seguramente sea muy cierto. De hecho, en no pocas ocasiones (¿en casi todas?), son los partidos los que buscan a las personas y no al revés. Tengo un gran amigo que nutrió hace años las listas de un determinado partido en su pueblo, y asumió la responsabilidad que se echaba a las espaldas sin comulgar a pies juntillas con lo que esa formación política proponía a escala nacional, regional… y ni siquiera provincial, dominando la Diputación el partido en cuestión. Lo hizo porque creyó que era por el bien de su pueblo, y punto. Bueno, habrá que convenir también que no todo es tan idílico ni tan puro: las críticas son de peor digestión, e incluso pueden acabar dañando las relaciones personales con vecinos que ves todos los días, y ese es un precio demasiado caro que algunos, comprensiblemente, no están dispuestos a pagar habiendo trabajado de buena fe para su municipio.

Creo que en las ciudades esto no ocurre de manera tan diáfana, ni tan siquiera en capitales no muy grandes como la nuestra. Las siglas tiran, y lo que pasa en Madrid o en Valladolid acaba engrosando el repertorio de afectos o agravios para decantarse por tirios, por troyanos… o por ninguno de los dos, que también cabe. Quién sabe cuántos votos cambiarían de signo si conociéramos de primera mano a quienes pretenden dirigir nuestro ayuntamiento. Y cuántos otros variarían también si supiéramos de dónde vienen y a dónde quieren llevarnos… si alguno no lo ha conseguido ya.

Y así la política se hace distante, fría, gélida incluso, y me gustaría creer que los ciudadanos mereceríamos algo mejor, más próximo, más participativo. Pero una cosa es lo que me gustaría que fuese y otra lo que es, o lo que yo pienso que ha sido hasta ahora.

En este camino no parece difícil que uno se deslice, metiendo a todos en el mismo saco, por la desconfianza o la indiferencia, pero nada peor. Empecemos la crítica por cada uno de nosotros, elevando nuestro nivel de exigencia, reclamando nuestro papel protagonista en lo que ocurre a nuestro alrededor. Impidamos que sólo se nos escuche de nueve de la mañana a ocho de la tarde el día de las elecciones; reivindiquemos concejales comprometidos con los intereses de la ciudad por encima de los de su partido; denunciemos a quienes compadrean con los de siempre porque se sacian en el mismo abrevadero; acabemos con la propaganda partidista pagada con el dinero de todos; reclamemos que lo que a todos nos pertenece no sea de dominio exclusivo de unos pocos. Aspiremos, en fin, a un alcalde que mire por el bien común, y no por su bien, algo tan común.


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