jueves, 28 de febrero de 2008

INSTANTES (28 de febrero de 2008)

Servidor está en esa edad fronteriza en la que su propio pasado es percibido como reciente juventud que resiste ante el espejo, pese a las canas. Pero la memoria tiene recuerdos vivos que cumplen veinticinco años (y más), y eso impone.

El que suscribe está en esa edad fronteriza en la que palpita con energía el futuro, con las urgencias de lo que está por venir y que se llevará por delante a quien no le aguante el paso.

El sábado me reencontré con el pasado. En unas pocas horas tuve que rescatar nombres olvidados y recomponer gestos pretéritos en rostros maduros, que se habían quedado suspendidos (detenidos) en las aulas de Jesuitas. Y estuvo bien, porque me sentí renovado; no hay forma más peligrosa de envejecer que olvidarse del niño que uno fue.

El sábado me enfrenté al futuro. Reunidos en torno a la excusa de la malta (posiblemente, la mejor excusa del mundo), un puñado de blogueros encadenaban ideas sobre la dirección de la Burgosfera, universo comunicativo que amenaza con alterar el orden establecido de la transmisión de ideas, si no lo está haciendo ya. Llegué tarde y me limité a escuchar, que es lo mejor que uno puede hacer cuando tiene todo por aprender.

Fue un día de instantes, un presente a sorbos que le pone a uno en su sitio, entre reencuentros y novedades. Sentí que llevaba mucho tiempo sin abrir el álbum de fotos en blanco y negro, y percibí lo trascendental que es abrirte a nuevas gentes con las mismas inquietudes. A veces la casualidad, esa loca caprichosa, nos recuerda que estamos hechos de lo que fuimos y de lo que queremos ser. Busco una cita que remate esta columna y el azar me presenta a Aristóteles: El instante es la continuidad del tiempo, pues une el tiempo pasado con el tiempo futuro.

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