martes, 30 de octubre de 2007

PERSPECTIVAS (11 de enero de 2007)

En un arranque de optimismo, le suelto a un prójimo que, las presentes, somos las generaciones de ibéricos pobladores más afortunadas de la Historia patria, que nunca el común gozó de semejante nivel. Entiéndase que esto lo digo así en general, sin descender a los cavernosos territorios de los individuos desafortunados. Y el prójimo entiende que, en el febril retrato, me excedo cuando habló de “época gloriosa”. En su sonrisa detecto desacuerdo, una ramita de desdén y una pizca de fastidio, así todo rehogado con la pimienta de la discusión.

Reposado el guiso, al cabo de un par de horas y una siesta, me revuelvo para mis adentros en sus dudas del tiempo presente. No hará falta, creo yo, remontarse al siglo XIV, por escoger una centuria jodida, para darnos cuenta de que en algo hemos avanzado. Pongamos el espejo mucho más cerca de nuestro rostro para vernos las arrugas recientes y que nos deslumbre nuestro pasado más cercano. ¿Vivíamos mejor hace justo ahora 100 años, con un sistema cacique y arbitrario, cuando los tiempos modernos pasaron de largo por nuestra estación? ¿O hace 70, cuando andábamos a tiros entra las lomas del fascismo? ¿O hace 60, racionados, hambrientos y tiranizados? ¿O hace 40, desarrollados en el subdesarrollo, emigrantes en busca de mejor porvenir? ¿Dónde le surge al prójimo la duda? ¿Qué añora?

Tras digerirlo pacientemente, intuyo que el desacuerdo esté en la perspectiva. Yo no hablaba de legislaturas. Creo que él sí. Desde las últimas elecciones se propaga el catastrofismo con objetivos evidentes. Es una maldad innoble, una estrategia inmoral que aprovecha cualquier circunstancia, por muy dolorosa que sea, para calentar el ambiente. Y toda esta ponzoña desenfoca las perspectivas. Digan lo que digan, siendo rigurosos, aquí se vive como nunca, aunque algunos sigan matando como siempre.

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