jueves, 12 de marzo de 2009

DUELE (12 de marzo de 2009)

Sobras, no eres necesario. Es una cuestión de números, sus números. Te han dejado a la intemperie, chorreando tristeza. Has llegado al portal y titubeas, cómo le digo yo esto ahora. Decides tomar una cerveza en el bar de la esquina antes de subir. No hay conversación con el camarero, mejor, no estoy para nadie. Apuras la caña, ¿qué te debo?, pronto no me podré permitir ni esto. Entras en casa como un furtivo, en silencio. La puerta al cerrar te delata y desde el final del pasillo te recibe con una sonrisa. Dura nada. Tu mujer te mira incrédula, apenas logra balbucear sus dudas. Intentas suavizar la desgracia, no te preocupes, ya saldremos adelante. Se echa las manos a la cabeza y sus gestos aumentan tu frustración. Los niños se han asomado a la puerta de la cocina, ¿qué pasa, mamá?, nada, nada, les has dicho con ternura, id a vuestra habitación.

La comida es un velatorio, sin siquiera pásame el pan. De postre suena el teléfono, será tu madre, no le digas nada hasta ver, ¿hasta ver qué? te reprocha ella, y un escalofrío recorre tu espalda. Vas a tener que medir las palabras; mejor guardar silencio, al menos por el momento. La tarde te hunde en el sofá. Ella se ha llevado a los niños a la academia y empiezas a recortar gastos en tu cabeza, pero la academia no, antes deberás suprimir otras cosas: se acabó el periódico de los domingos y la primitiva de los jueves, ahora que es cuando más voy a necesitar un golpe de suerte. Qué larga se me está haciendo la tarde.

Han pasado tres meses desde aquello. Has adelgazado y hay días que no tienes ganas de nada. Tu matrimonio se ha teñido de gris, dominado por la indiferencia, y los niños no se acostumbran a los cambios. Esta mañana te encontraste con un viejo amigo. Te ve mal, yo ya pasé por eso, te dice. Lo que más duele es creer que nadie te necesita, que para nada sirves. No es cierto, aunque no consuele. Buscas en su mirada la verdad de esas palabras y encuentras el destello de la experiencia. Saldrás de esto antes o después, dice, pero la herida siempre duele. Si lo sabré yo.

2 comentarios:

Teresa dijo...

Es el tren. Unos tendrán suerte y no se apearán. Quizás tengan que ir de pie porque se han quedado sin asiento pero seguirán arriba. Otros no lo volverán a coger.

Todavía no hemos tocado fondo.

Anónimo dijo...

Ya lo creo que duele. Y en estos momentos hay mucha gente dolida. Esta sociedad debe cambiar, merece cambiar, y hacer el mundo habitable para todos, superando la angustia. Un abrazo.

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