JE TE PROMETS (10 de mayo de 2007)
Se despertó soñando, viéndose el
Por un instante, la ducha quiso devolverle a esa mañana, pero fue en vano. Sus cavilaciones evocaban una ciudad de tranvías levitados, inmobiliarias dirigidas por Robin Hood, parques versallescos, avenidas elíseas, fiestas venecianas y museos envidiados. Fantaseó poco después con una oposición fraternal, adversarios leales que le elogien como los propios, y más tarde se imaginó requerido por el presidente, por el rey, por el Papa, días antes de recibir el Nobel de
Frente al espejo, a punto de afeitarse, seguía soñando. En ese instante se dio cuenta de un olvido imperdonable: ni un minuto había dedicado a sus votantes, tercos e incorregibles, ¡criaturas!, que le quieren como a un padre. Tampoco se quería olvidar de los que no le votarán, seres errados, pero para quienes también serán las mieles de sus obras, y caerán contritos en su equivocación. “¡Hoy es el día para difundir mi mensaje! –se dijo‑. ¡La gloria me espera!”
La puerta del baño se abrió sin avisar. “¡Al menos podrías echar tus calzoncillos a la lavadora, que me tienes como una esclava!” Sonó el portazo. Con media barba enjabonada se vio ridículo. Dejó de soñar. Decidido: volvería a prometer las mismas mentiras de siempre.
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