Vía muerta
A finales de 1997 la N-I se colapsaba en nuestra provincia debido a la nieve. Ni era una novedad ni sería la última vez; conocemos la desgraciada suerte de sufrir, a lo largo de los tiempos, a una caterva política inútil y desinteresada que nos ha condenado a padecer unas infraestructuras deficientes o mal atendidas, o ambas cosas a la vez.
Por entonces Arias Salgado era el ministro de Fomento y el centrista Miguel Ángel Rodríguez portavoz del Gobierno de su amo. En aquella España que iba bien, el escándalo de cientos de vehículos atrapados en la principal carretera de este país tenía explicación en la irresponsabilidad de los conductores, que viajaban cuando no debían. Rodríguez dixit.
Hoy desaparecen los trenes de nuestro centro urbano, otra de las vergüenzas al aire de unas administraciones torpes y tardas. Nací en la calle Madrid, y las vías han sido mis vecinas. Alguna vez, de niño, crucé el paso a nivel corriendo ante la proximidad de la locomotora. Era el riesgo de la prisa o de la incosciencia. Nunca me pasó nada. Otros tuvieron menos suerte.
En diciembre de 1997 publiqué en Diario 16 de Burgos una columna que hablaba, once años atrás, de esto y de aquello. Aquel texto terminaba así:
Cuentan que en el venturoso día del 16 de diciembre de 1997 un hombre quiso llegar al centro de la ciudad de Burgos por la N-I, sufriendo un monumental atasco. Más adelante, cuando creía que sus males se habían alejado, un mercancías que traslada, vete tú a saber dónde, dos máquinas quitanieves, le cortó el paso. Aturdido, se bajó del coche y comenzó a gritar: "¡Non fuyades, cobardes y viles criaturas, que un solo caballero es el que os acomete!" Alguien detrás, a la desesperada, intentó detenerle: "Mire vuestra merced que aquellos que allí se parecen no son Arias Salgado y Rodríguez, sino vehículos quitanieves". Dicen que nuestro héroe recobró el pulso, volvió a su asiento, y comenzó a llorar amargamente con la cabeza hundida en el volante. Poco después un municipal golpeaba su ventanilla instándole a circular. Ha pasado la noche en comisaría.
Adiós, tren. Estás ligado a mi infancia en lo bueno (cuando me llevabas a Oña en el extinto Santander-Mediterráneo) y en lo malo. Permanecerás en mi memoria, pero no te echaré de menos.
(El cuadro es de Pepe Carazo, hijo de un ferroviario que está al borde de los 100 años).