martes, 11 de mayo de 2010

SOBRE MOJADO (mayo de 2010)

Violencia. Cientos de miles de años de evolución y ahí sigue, pegadita a nuestras entrañas, emboscada tras lo peor de nosotros mismos. Podríamos elaborar en muy poco tiempo listas tan grandes de ejemplos que se nos debería de caer la cara de vergüenza como miembros del género humano, tan zoológicamente homos, tan mínimamente sapiens por lo que se ve… El invierno se despidió gélido con la trágica muerte de Isabel, recibimos alterados a la primavera con el asesinato de Montserrat. Es la violencia que no cesa, que nos sacude sin piedad, la brutalidad que nos recuerda que aún no hemos aprendido lo suficiente.

Olvido. La violencia tiene tantas caras que inunda los informativos de los medios de comunicación y desborda nuestra capacidad de asumir tanto dolor. Así que inmunizamos nuestras conciencias frente al catálogo de horrores y corremos el peligro de la amnesia colectiva ante la barbarie. Es importante no olvidar, perseverar en la denuncia y permanecer alerta ante los síntomas. Si quedamos insensibilizados hasta que de nuevo la violencia haga acto de presencia no avanzaremos en la dirección correcta. Es bien sabido que las responsabilidades comunes suelen estar preñadas de inhibiciones individuales, que en los pequeños detalles de cada día no dejan de ser anécdotas desagradables. Pero es en los grandes temas, en la trascendencia de lo irreparable, donde no nos podemos esconder bajo el paraguas esperando a que escampe. Llueve, sigue lloviendo sobre mojado. Y si el olvido nos cala hasta los huesos enfermaremos sin remedio.

Memoria. Tan necesaria, tan incómoda dependiendo de qué se trate o a quién afecte. Es necesario educar, recordar, demostrar que no somos una sociedad insensible y desmemoriada. De nuestra capacidad de estar alerta, uno a uno, todos juntos, dependerá que vayamos ganando terreno a quienes desatan las peores pasiones humanas y matan nuestras esperanzas en un futuro más civilizado, menos violento. No va a ser un camino fácil, nadie dijo que lo fuera, porque el enemigo es poderoso. Pero si flaqueamos en la denuncia tendremos la guerra perdida.


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