martes, 30 de octubre de 2007

SOLEDADES Y REÚMAS (31 de octubre de 2007)

Paseo arriba, paseo abajo, Luisa echa las mañanas entre los puentes de Malatos y del Cid. Unos días anda más que otros, depende del tiempo y de sus piernas, que se resisten en ocasiones a obedecer la voluntad de su dueña. Solía acompañarse de Julita, que peina canas desde hace la tira, pero que siempre será Julita, como de niña; de aquellos años aún le resiste el brillo de sus ojos verdes, que alimenta el recuerdo de una lozanía no del todo perdida.

Hace un tiempo que el carácter de Julita ha cambiado, se la ve poco, se ha vuelto un pelín chismosa y puede pasar quince días sin salir de casa. Coincide con el olvido al que le ha sometido su hija, que apenas la llama. Luisa sabe que por eso está más rara. Ahora se han convertido en dos soledades, una de paseo y la otra en casa. Su distancia se hace meses y sus ausencias son cada vez más olvidos.

Luisa cobra una miserable pensión que le dejó su difunto (“¡como si yo no hubiera trabajado!”, se dice repetidamente), que promete próspera con las elecciones, pero que nunca acaba de engordar como Dios manda. Y entre soledades y reúmas pasa su vejez, como una condena, premiosa y triste. Los paseos cada vez son más cortos, como el apetito, que mengua con las ganas de vivir. Apenas le entretiene la tele, de la que salva a Arguiñano, a ver si la anima en cuerpo y alma, pero ni por esas, y el telediario es portador de tan malas nuevas que mejor no ver.

Esta mañana ha pasado la vecina a pedirle leche, “se puede creer que iba a hacer la besamel y...” “Toma, hija, toma, que yo casi ni la pruebo”. “Pues es buena a su edad. Por cierto, ¿ha oído que las españolas cada vez vivimos más?” “Pues vaya mierda”, se dijo murmurando mientras cerraba la puerta. La vecina, de un pasmo, ha vuelto a su cocina. Abre el cartón y mientras mezcla con soltura harina y leche se da cuenta de que el cartón caducó hace tres semanas. Reprime un insulto, pero su hija desde el salón le oyó decir que no se puede llegar a viejo.

RUMORES, BASURAS (4 de octubre de 2007)

Hace algunos años un sargento borracho robaba a tiros la vida de un soldado en la cantina de un cuartel de Burgos. A aquel pobre muchacho seguramente hoy le recuerden apenas un puñado de personas: su familia, sus amigos, los militares que conocieron el caso, seguramente los compañeros que asistieron horrorizados al asesinato… y yo en estos días. Porque a ese joven le mataron dos veces: una, con la bala del asesino; la otra, con las versiones, las habladurías, la mierda que vomitan los que nunca saben pero siempre hablan. Lo peor es que entonces hasta algunos medios se hicieron eco de la basura, convirtiendo la murmuración en noticia.

Hace pocos días el tren arrancaba la juventud a dos chavales. Se oyó decir que estaban pintando, o quizá tirando piedras al paso de los vagones, o de botellón. Todo mentira. Pasan los años, y seguimos con esa espantosa costumbre del infundio, bastardo o huérfano, tanto da, porque nadie le reconoce como suyo, pero que tantos adoptan porque hay que competir en el chisme, sabiendo más que el vecino. Es una costumbre repugnante, que inevitablemente me recuerda a una España ágrafa y racionada, cuentista y palanganera, cotilla hasta más no poder.

Les daré algo de qué hablar, información cien por cien de fiar: uno de los chavales era educado y servicial, al que alguna vez vimos ofrecerse para subir las bolsas de la compra cuando alguien iba muy cargado, uno de esos comportamientos que tantos dicen que los jóvenes no tienen. Otra mentira, porque los vicios y defectos de unos pocos siempre acaban mancillando las virtudes de la mayoría. Y me voy a tragar esta vez, por falta de espacio, lo que pienso de nuestras administraciones. Me importan nada las obras; sólo sé que estamos en 2007 y las vías siguen en la ciudad. Lo demás es el bla, bla, bla que tan bien conocemos aquí.

Y los chicos sólo cruzaban las vías, nada más. No merecen que les arrollen dos veces.


CASTILLA 07 (6 de septiembre de 2007)

Mira Ernesto, le ha dicho Ulpiano al alcalde, que aquí no hay futuro para mis nietos, que sólo vamos quedando los viejos y de aquí a quince años, veinte a lo más, nadie. Y mi hija me ha dicho que están pensando en marcharse, que trabajo no les va a faltar en la ciudad, y que como tienen piso, el que compré con lo que me dieron por las tierras de mi difunto padre, que igual se van para septiembre. No hay respuesta y el breve silencio fuerza a Ulpiano. Que se van, alcalde, que no vuelven, y con tres niños menos la escuela se va al carajo, coño, que te lo tengo que explicar todo. Ernesto tuerce el morro antes de contestar. Pues qué se le va a hacer, yo no les puedo atar, allá ellos. Que no es eso, hombre, que el José Luis y la Juli están pensando lo mismo y con ellos se van otros dos niños, que no puedes cruzarte de brazos.

Román acaba de aparecer por la esquina. Oye alcalde, o me echan una mano o esas ratas me comen la cosecha y a mí si me pongo a tiro. Ayer casi lleno un saco y como si nada. ¿Qué te han dicho los de la Junta? Ernesto se encoge de hombros. Mira, sé más por lo que dicen en la tele y en el periódico que por lo que llega al Ayuntamiento. O envenenas o quemas. Ulpiano recomienda el fuego. Hace veinte años les dimos fuego, aunque son resistentes, los jodíos. Pero Román no está muy convencido. No pienso envenenar la tierra y lo de quemar no me convence, pero algo habrá que hacer. Y las ayudas, jefe, que habrá que empezar a moverse para las ayudas. Román desaparece al final de la cuesta y Ulpiano palmea en el hombro al alcalde. Adiós, hombre.

Ernesto ha echado a andar sin pensar adonde. El edificio de la escuela se cruza en su camino y se para ante la reja del patio, con su silencio de verano, quizá presintiendo el del invierno. Algo se mueve a su espalda. Un topillo cruza la carretera buscando la huerta del señor Francisco. El alcalde llora.

TENDIDOS (5 de julio de 2007)

El patrón se asoma a las filas bajas del tendido. El patrón maneja las distancias: saluda a lo lejos, con un elegante pero rotundo gesto de muñeca; saluda a alguien seis filas más arriba, con su índice amistoso susurrando un elemental “me alegro de verte”; saluda en el cuerpo a cuerpo, apretando manos nerviosas, besando mejillas hidratadas. Pero el patrón no va al saludo; el saludo le espera a él. El de lejos preguntándose si le reconocerá; el de atrás rogando para que se gire; la rubia requetecuarentona como quien no quiere la cosa.

Alrededor del patrón zumban los zánganos, rebosantes de baba aguardando un guiño. Interpretan su papel y hace tiempo que abandonaron su dignidad como las serpientes sus viejas escamas. Sólo se trata de dar gusto al patrón, reírle sus aburridas ocurrencias, estar pendiente de sus caprichos, competir con astucia en la adulación con los jovencitos zánganos que aspiran a reemplazar a los veteranos.

El patrón anda inquieto, cambia continuamente de sitio, no acaba de estar a gusto. Él marca el ritmo y los demás se mueven según sople el viento. Hay un zanganillo que destaca sobre los demás, repeinado, con sus gafas horteras que han sustituido a las gafas horteras del pasado año, pero que se llevan. Porque el zanganillo no piensa, se mueve por los impulsos ajenos. Nadie mejor que él lo sabe. El patrón también lo sabe: un gesto y el monito salta, se hunde en el vomitorio, regresa acompañado de un anciano que, agradecido, saluda la generosidad del patrón, y todos contentos.

Unos tendidos más allá, en la sombra, se mueven otros patrones, otros zánganos, divisando a la charanga achicharrándose al sol.

Sale el toro, corre, embiste, asusta. El torero observa desde el burladero, se cala la montera y sale al ruedo. Un capotazo de saludo, otro para fijarlo. Hay respeto. En el tendido, en la sombra, alguien piensa: “más cornás da el hambre”.


LOS INVISIBLES (7 de junio de 2007)

En estos días de resaca electoral (unos han ganado, otros regalan eufemismos para hacernos creer que no han perdido, los menos dan la cara y reconocen su derrota, quien puede pacta), será mejor guardar reposo y pedir que cese el griterío, que me va a estallar la cabeza. Así que miro alrededor y veo seres silenciosos, casi invisibles, que viven estos días refugiados en sus libros y apuntes. Son aquellos que no salen en los papeles, salvo cuando es inevitable (la semana que viene, como siempre), y que, a fuerza de ignorarles, muchos creen que son seres imaginarios. Son los que aprueban en junio, los que han cumplido con su deber, los que no han abandonado sus estudios, los que casi nunca crean problemas escolares, los que se preparan para un futuro incierto en el que recibirán muchas promesas y pocas realidades. Y no son pocos.

A nuestro sistema educativo le sobra burocracia y le falta eficacia, a veces diría que hasta seriedad. Los temarios del último curso del Bachillerato, en algunas materias, exceden lo razonable, con asignaturas ‘guadiana’ que aparecen y desaparecen caprichosamente (repito, caprichosamente) del itinerario de nuestros alumnos. La Historia (permítanme que barra para casa), es un excelente ejemplo: Clío se esfuma en 3º de ESO, reaparece en 4º, se hace evanescente en 1º de Bachillerato para los alumnos que eligen lo que comúnmente llamamos ‘ciencias’, y es abrumadora en 2º para todos, obligados a digerir la memoria patria desde Atapuerca hasta nuestros días. No es el único ejemplo, pero es ilustrativo.

Ahora han de demostrar nuestros estudiantes que han asimilado el atracón, el de Historia de España y el de las demás materias. Generalmente salen airosos, porque nuestras universidades no andan sobradas de efectivos, pero también porque ellos, los silenciosos, los que no abandonan, los que se esfuerzan (unos más, otros menos), han llegado a una meta. Luego vendrán otras. Ánimo.

JE TE PROMETS (10 de mayo de 2007)

Se despertó soñando, viéndose el 27 a las ocho y poco como un Sarkozy de andar por casa, saboreando una victoria indiscutible, otra vez. En el baño, de pie frente al retrete, sus ideas saltaban juguetonas al ritmo, imaginando su ciudad convertida en una nueva Roma, el corazón de una revolución cultural, económica y estética que le valdría, cuando menos, la memoria eterna y, quizá, una estatua ecuestre, condotiero del siglo veintiuno, amén de, quién sabe, un ascenso irresistible hasta la cima del partido, cosa que cree bien merecida después de los años.

Por un instante, la ducha quiso devolverle a esa mañana, pero fue en vano. Sus cavilaciones evocaban una ciudad de tranvías levitados, inmobiliarias dirigidas por Robin Hood, parques versallescos, avenidas elíseas, fiestas venecianas y museos envidiados. Fantaseó poco después con una oposición fraternal, adversarios leales que le elogien como los propios, y más tarde se imaginó requerido por el presidente, por el rey, por el Papa, días antes de recibir el Nobel de la Paz. Sí, sin duda podrá llegar tan lejos, porque siempre hay recompensa para quien trabaja al servicio de los demás de manera desinteresada.

Frente al espejo, a punto de afeitarse, seguía soñando. En ese instante se dio cuenta de un olvido imperdonable: ni un minuto había dedicado a sus votantes, tercos e incorregibles, ¡criaturas!, que le quieren como a un padre. Tampoco se quería olvidar de los que no le votarán, seres errados, pero para quienes también serán las mieles de sus obras, y caerán contritos en su equivocación. “¡Hoy es el día para difundir mi mensaje! –se dijo‑. ¡La gloria me espera!”

La puerta del baño se abrió sin avisar. “¡Al menos podrías echar tus calzoncillos a la lavadora, que me tienes como una esclava!” Sonó el portazo. Con media barba enjabonada se vio ridículo. Dejó de soñar. Decidido: volvería a prometer las mismas mentiras de siempre.


ANIMUS HOSTILIS (12 de abril de 2007)

“Señor director. Desde la Oficina de Control de Medios Hostiles, que este Ayuntamiento acaba de abrir, le informamos que el periódico que usted dirige ha sido incluido entre el listado de medios hostiles, dentro de la categoría de ‘Enconados’, lo que significa que, desde la fecha de hoy, queda usted excluido de aquellos beneficios que pudieran emanar de esta Casa Consistorial, tales como publicidad institucional, declaraciones de los miembros del Gobierno municipal, pases de prensa de cualquier especie y/o tarjetas de aparcamiento para sus redactores y fotógrafos en zonas peatonales.

Como usted bien entenderá, a los máximos responsables de esta corporación les sobran los motivos para adoptar contra su rotativo tan grave medida, entre los que se encuentran sus informaciones, editoriales y opiniones críticas con la gestión del Consistorio, tan contraproducentes para el progreso de nuestra ciudad. Su obstinación en esta línea informativa, cimentada en una libertad perniciosa enemiga de los intereses de los ciudadanos, hace un daño irreparable a nuestro municipio.

Contra la presente resolución no cabe recurso administrativo, pues su inclusión en la categoría de ‘Enconados’ le anula, según la nueva Ordenanza Municipal de Cese de Derechos Constitucionales por Flagrante Hostilidad, cualquier apelación ante este Ayuntamiento. Sólo la renuncia a su contrastada ojeriza, expresada a través de la rectificación pública en su sección editorial de todas las informaciones malsanas publicadas hasta la fecha, acompañada de una visita al despacho del alcalde con obligación de reportaje ad hoc en página impar sin publicidad con profusión fotográfica, tal y como se expresa en el Bando de Alcaldía sobre Arrodillamientos y Súplicas a la Autoridad, podrán revertir su actual situación. Reflexione, por su propio bien, y vuelva al redil. Reciba un cordial saludo.”

HOMBRES, LOBOS (8 de marzo de 2007)

La ira se apropia del paisaje y los corderos, temblorosos, buscan refugios inciertos. Los pastores gritan enarbolando las boinas mientras sus perros marcan el territorio. Sopla recio el viento a la espalda, empuja miasmas. La muerte y el miedo son malos compañeros. Pastor que se achica, pastor vencido.

Churras contra merinas, motivos no faltan para repartir varazos en el prado y en el abrevadero, y los ladridos inquietan al poblado, sin saber si acecha el hambre de los lobos o es la guarda de los mastines. Arriba, el rencor hace fortuna en la ruina del vecino, y entre amenazas se desafían. El más bravucón amenaza con el cayado y alborota a sus cachorros buscando intimidar. Algunos borregos balan. El rebaño se dispersa.

Echando cuentas, no hay pastor que se libre, pero unos, en tiempos de guerra santa, buscaron refugio en el engaño mientras los lobos descuartizaban a las ovejas. Alguien sucumbe a la tentación del cotejo azuzando a la jauría. El griterío crece al calor de los gruñidos. Suerte que ya no está el prado para rabadanes de uno sesenta, pero el sistema revienta eficacia. A por ellos.

Cae la noche y los ovejeros dejan al rebaño baldío. Se gritan. Los lobos, si no fuera por no espantar el sustento, brincarían de alborozo. Los perros ladran, aúllan soliviantados. Sus amos no les oyen, siguen chillando. Las voces de los más patanes se escuchan desde el campanario, y el eco se extiende hasta la puerta de la posada, a la entrada de la aldea. Algunos canes abandonan y huyen endemoniados. Los lobos saltan al banquete. Hay un chucho que se hunde en su propia pena, asomando lastimoso la cabeza, desesperado. Los salvajes se dan un festín. Dos pastores se muelen a palos y en el pueblo se escuchan pasos apresurados y ruido de cancela. Goya pinta.

CAPUT CULTURAE (8 de febrero de 2007)

¡Qué gran idea esa de convertirnos en Capital Europea de la Cultura en el año 2016! ¡Qué emoción provoca esa unanimidad política, marginando rivalidades partidistas! ¿Cómo desperdiciar semejante oportunidad histórica? Pues no, la verdad, no estamos para despreciar ninguna oportunidad, y menos cuando llevamos años, decenios, viendo pasar el tren de la modernidad por nuestra estación sin que le hayamos parado casi nunca. Más vale tarde… ¿Tarde?

No lo tengo fácil, para qué negarlo, pero no me callaré: esto huele a fracaso, a chapuza, a ridículo. Este tren llega con retraso y no tenemos ni las maletas hechas para viajar en él. Como casi siempre. Sería engorroso y aburrido pasar a detallar desde qué año llevan trabajando otras ciudades españolas en este mismo objetivo (lo he buscado y lo tengo, creánme), pero la ventaja que acumulan Córdoba, Málaga y Tarragona es mucha, muchísima. Y Cáceres y Segovia también nos aventajan. Y como todas estas, antes que nosotros tuvieron la feliz idea Santa Cruz de Tenerife y Zaragoza. Y al carro se suma ahora Pamplona, y Valencia, y Alcalá de Henares. Y a este paso, hasta la República Independiente de la Isla de Perejil. ¡Viva Honduras!

Pero que no decaiga, que hasta 2012, cuando salga(n) la(s) candidata(s) elegida(s), tenemos margen de mejora. Ahora lo que hay que hacer urgentemente es dirigirnos a los malagueños, con mucho tacto, y decirles que del apoyo que les prestamos en 2004 a su candidatura (el ridículo consumado), nada de nada y que si te he visto no me acuerdo. Y hay que exigir a las Cortes de Castilla y León que retiren de inmediato su apoyo institucional a la candidatura segoviana, refrendada en mayo de 2006 (la chapuza institucionalizada), que eso sólo provoca riñas entre hermanos por las herencias. Ya les cuento. Se masca el fracaso.

Ya puestos, ¿y si rivalizáramos con Madrid por los Olimpiadas de ese mismo 2016? Por joder, digo.

PERSPECTIVAS (11 de enero de 2007)

En un arranque de optimismo, le suelto a un prójimo que, las presentes, somos las generaciones de ibéricos pobladores más afortunadas de la Historia patria, que nunca el común gozó de semejante nivel. Entiéndase que esto lo digo así en general, sin descender a los cavernosos territorios de los individuos desafortunados. Y el prójimo entiende que, en el febril retrato, me excedo cuando habló de “época gloriosa”. En su sonrisa detecto desacuerdo, una ramita de desdén y una pizca de fastidio, así todo rehogado con la pimienta de la discusión.

Reposado el guiso, al cabo de un par de horas y una siesta, me revuelvo para mis adentros en sus dudas del tiempo presente. No hará falta, creo yo, remontarse al siglo XIV, por escoger una centuria jodida, para darnos cuenta de que en algo hemos avanzado. Pongamos el espejo mucho más cerca de nuestro rostro para vernos las arrugas recientes y que nos deslumbre nuestro pasado más cercano. ¿Vivíamos mejor hace justo ahora 100 años, con un sistema cacique y arbitrario, cuando los tiempos modernos pasaron de largo por nuestra estación? ¿O hace 70, cuando andábamos a tiros entra las lomas del fascismo? ¿O hace 60, racionados, hambrientos y tiranizados? ¿O hace 40, desarrollados en el subdesarrollo, emigrantes en busca de mejor porvenir? ¿Dónde le surge al prójimo la duda? ¿Qué añora?

Tras digerirlo pacientemente, intuyo que el desacuerdo esté en la perspectiva. Yo no hablaba de legislaturas. Creo que él sí. Desde las últimas elecciones se propaga el catastrofismo con objetivos evidentes. Es una maldad innoble, una estrategia inmoral que aprovecha cualquier circunstancia, por muy dolorosa que sea, para calentar el ambiente. Y toda esta ponzoña desenfoca las perspectivas. Digan lo que digan, siendo rigurosos, aquí se vive como nunca, aunque algunos sigan matando como siempre.

INMOLEAL (14 de diciembre de 2006)

Tan de moda como están los escándalos urbanísticos, poco o nada nos enseñan otros sitios, y no hay metros cuadrados más suculentos en toda la meseta que los de nuestra querida ciudad. Como un día nos sorprenda un vendaval filipino, aquí sembramos las calles con más grúas que setas ha tenido el campo. Y, lo que son las cosas, allí donde llevamos años esperando a que aparezcan andamios y obreros, sólo vemos ruina y abandono. Verbigracia: el Hospital de la Concepción.

Triste presente el de este edificio, que en algún momento apuntó a Museo de la Evolución, por mucho que el partido que así lo previó lo negara varias veces, pero que las urnas evitaron. Por desgracia, tampoco está siendo más feliz la propuesta que pergeñó el partido que se alzó con la alcaldía en aquellas elecciones de 1999, y no porque fuera mala, sino por la desgana con que fue acogida, desde el principio, por el responsable de la institución al que fue cedido: el rector Leal. Las condiciones no podían ser más ventajosas: el edificio para la UBU gratis de por vida, siempre y cuando le diera uso. El día que no le quisiera (supongamos, el año 2345), se devuelve al Ayuntamiento y listo. ¡Ya les gustaría a muchos ciudadanos una vivienda en semejantes condiciones!

Han pasado los años, pasaron otras elecciones, estamos en vísperas de unas nuevas, y el Hospital sigue abandonado a un futuro incierto, en el que a Leal ni se le ve ni se le espera. Y ahora, por aquello de si las huertas son o no urbanizables, el rector pretende un cambio de cromos con nuestro concejo: te devuelvo la Concepción a cambio de… ¿A cambio de qué? ¿Con qué derecho? El edificio es de los burgaleses. Si no le quiere, le restituye a su legítimo dueño y punto.

La verdad es que, Sogiubu mediante, uno siente alivio de que Leal se dedicara a la Química y a la Universidad, porque si se hubiera decidido por el ladrillo, hubiera acabado editando un periódico. ¿Qué no?

REBELIÓN EN EL AULA (16 de noviembre de 2006)

Aquí sólo atendemos cuando se reparten bofetadas. Años lleva el gremio educativo clamando por leyes que se adapten a la realidad escolar sin ninguna consecuencia. La llamada ‘violencia en las aulas’ no es sino un eslabón más, sin duda lamentable y grave, de una larga cadena de desajustes a los que nadie pone remedio, enredada en debates cuyos protagonistas, en muchísimas ocasiones, o no han pisado una clase en su vida o no lo hacen desde hace años, y a los que se suele denominar como “expertos”. ¡Ja!

Las actuales leyes, encomiables en muchos aspectos, resultan, en problemas como el que nos ocupa, un torpe auxilio, no sólo porque no son muy eficaces a la hora de prevenir las situaciones de riesgo (a la vista está), sino que por añadidura, y sin pretenderlo, las fomenta.

Cuando había mili, algunos optaban por la objeción; otros por la insumisión. En las aulas conviven los dos tipos: quienes tienen un bajo o nulo compromiso con su aprendizaje, pero no molestan, y los revientaclases, que engrandecen su leyenda de reiteradas desobediencias (por no decir algo más fuerte), con constantes alteraciones del orden, que reciben las expulsiones como merecida medalla que adorna su acción. Ni quieren estar ni les importa que les excluyan del sistema. He aquí donde la ley se revela con toda su incuria, pues no da respuesta suficiente y pronta a quienes se encuentran en un callejón sin salida. Ni a los unos ni a los otros. No basta con remiendos a la desesperada, cuando los que se ven en semejante coyuntura rozan la mayoría de edad, si no la han alcanzado ya. Las cosas deberían estar resueltas mucho antes. Una fecha de nacimiento no puede ser un grillete para el futuro de las personas.

Y así estamos, con la docencia en la lista de profesiones de riesgo, el TEDAX de la adolescencia. La mayoría de los alumnos son personas con las que se puede trabajar bien o muy bien, a los que hay que proteger en su proceso de aprendizaje, que sufren como nadie las consecuencias. No es una vergüenza social dar una salida a objetores e insumisos antes de los 16 años fuera del ámbito de la E.S.O. Al contrario: evitaríamos disgustos y lágrimas. Y la educación no necesita plañideras; precisa soluciones.

BANG, RING (19 de octubre de 2006)

La Historia de casi todas las naciones se ha escrito con sangre, renglones caníbales que devoran pueblos con saña. En algunos lugares, malditos, la ponzoña es inoculada desde hace siglos con irritante cadencia, despacio, sin prisa, sin pausa. El ruso es uno de esos pueblos, sometidos a la ceguera áulica del zarismo, plagado de imbéciles coronados, y cuya última dinastía desapareció acribillada a tiros en un sótano, el refugio de las ratas.

Stalin tomó el relevo pronto, demasiado pronto, suministrando sus inyecciones letales con pulso de cirujano en guante de acero. Aquel régimen aprendió el marxismo a medias, se quedaron con la dictadura y se olvidaron del proletariado, sobre todo del proletariado periférico que no era ruso, todo al servicio del partido y su oligarquía, gentuza que no perdieron sus escrúpulos porque nunca los tuvieron. ¡Y a eso lo llamaron comunismo!

El resto ya lo vivimos en directo. A Gorbachov le patearon en el culo mientras firmaba el acta de defunción de los sóviets y de Yeltsin mejor no decir nada sobrio. Los jóvenes tiburones se han hecho multimillonarios en el nuevo paraíso capitalista a costa de las riquezas del país y Putin es un consumado practicante, inoculando, inoculando… El desgraciado pueblo ruso acaba de enterrar a su última víctima, Anna Politkóvskaya, silenciada a balazos, con su último artículo a medio escribir. Otra línea de hemoglobina para los libros de Historia.

Aquí, ahora, tenemos más suerte. Sobre nuestros políticos no planean sospechas criminales, ni los periodistas son carne de gatillo por lo que digan o escriban. Como mucho, mandan al holgazán de turno que telefonee al periódico hostil para amenazarle con no meter publicidad oficial si siguen tocando los cojones. Comparado con los otros, unos angelitos.

GAROÑA JUBILADA (19 de septiembre de 2006)

Nos desayunábamos el domingo los lectores de El País con un titular en primera (en realidad, el titular de primera) que rezaba: “El Gobierno decide cerrar la central nuclear de Garoña”. No una, sino decenas de columnas como la presente podrían escribirse sobre tan contundente afirmación, por la complejidad del asunto y por las reacciones que han provocado desde el fin de semana.

Narbona dice que no sabe nada (¡!) y de Clos nada sabemos (¿?). La nuclear mueve mucho dinero y ya bajan las aguas revueltas desde el entorno de Garoña. Los ecologistas están encantados (supongo) y Endesa e Iberdrola ven sus expectativas de futuro defraudadas (afirmo). Hay quien se pregunta cómo sustituiremos la energía que ya no proporcionará la vieja planta y si las fuentes alternativas están lo suficientemente desarrolladas como para hacer frente al modelo antinuclear. O cómo soportará nuestro medio ambiente el aumento de emisiones de CO2 que arrojarán las centrales de carbón y de gas que suplirán la energía de las nucleares. Además, a España le aprieta el zapato del cementerio nuclear, y antes de 2011 hay que buscarle ubicación, no sólo para recibir los residuos generados en la central burgalesa (y de otras), sino también los que tenemos ‘prestados’ a Francia tras el accidente de Vandellós I en 1989. Cada día de retraso que acumulemos sin recoger la basura que hemos dejado al otro lado de los Pirineos nos costará la nadería de 57.000 euros al día. Por algo ofrece el Gobierno 700 millones de euros en inversiones a la zona que quiera quedarse con el regalito. Lo dicho: tema complejo y con muchas aristas.

Pero creo que hay otros aspectos que también merecen atención, como el de la hipocresía que inundan ciertos gestos antinucleares y la cruda realidad en la que nos movemos. Todos queremos un planeta saludable, legar sana la tierra que sana heredamos. Pero no queremos (¿no podemos?) renunciar a nuestro derroche energético, a nuestro consumo desmesurado, mientras seguimos suspendiendo la asignatura de Kyoto. El día que no queden centrales en España, ¿importaremos fuerza para nuestros enchufes de Francia, país entregado a la nuclear, como hacen otros países? ¿A qué precio? ¿Nos tocará almacenar a medias su basura radiactiva? Pero también, ¿qué futuro le espera al territorio que se inunde de euros a cambio de unas entrañas intoxicadas? Complejo, sí.

¿QUIÉN ES LA ÚLTIMA? (20 de julio de 2006)

En los tiempos que corren es sencillísimo hablar gratis con tu primo de Canberra a través de internet, o almacenar en un aparato menor que la palma de tu mano los discursos de Fidel desde 1959, pero no es posible tramitar el documento más básico (léase DNI) de tus hijos, ese que le acompañará el resto de su existencia, sin recorrer la ciudad en busca de la documentación requerida. “Mire usté, señora, en este papelito pone todo lo que tiene que traer”. “Partida literal de nacimiento…, esto en el Registro Civil, pero no sé si en la calle San Juan o igual ya lo han puesto en lo nuevo. Certificado de empadronamiento…, ya, tengo que ir al Ayuntamiento. Libro de familia…, bueno, al menos esto está en casa. Una fotografía actualizada…, Presencia del padre, madre o tutore legal…, lógico. Pago de la tasa establecida… ¡Ni esto es gratis!”

Ya mentalizada, nuestra heroína (dicho en el mejor sentido) se dispone a echar la mañana en las colas de la burocracia. Antes de salir de Comisaría, da un vistazo a la sala del DNI, tan abarrotada que por un momento cree que se reparten pinchos de morcilla y chorizo por la cara. ¿Será para eso la fotografía? En el Ayuntamiento ha habido suerte: cola ágil (entiéndase bien) y certificado al instante. Pero ¡ay!, en el Registro Civil (en lo nuevo, por cierto), te dan largas hasta el lunes, con lo cual ya tienes plan para ese día. Llega el lunes y se ha extraviado una de las partidas, pero al cabo de un rato ¡aparece! Y aparece también la duda: “Lo han sacado ahora, estoy segura de que te lo pueden hacer al instante”, pero no es cuestión de incordiar y confiada guarda los papeles en un sobre. Una vez en casa, comprueba que una de las partidas no corresponde con la de su hija mayor, y vuelve al Registro (¡qué hermosa puede llegar a ser la vida!). Regreso al juzgado y ¡tachán!: en efecto, el documento de marras se puede hacer ipso facto.

Capítulo final en Comisaría: “¡Uy, señora!, hay gente que viene a recoger su número a las siete de la mañana, pero para el carné electrónico; para el otro no hace falta”. Experiencia piloto, lo llaman. “Pues el otro, el de toda la vida, aunque no vaya a 220”. “Señora, para el documento normal son dos fotografías, no una”. Fin.

HABITUAL (22 de junio de 2006)

Habitual es que la ciudad sea un gran atasco, problema que habitualmente se incrementa en operaciones salida o nevadas; y es habitual que nuestras autoridades se muestren impotentes para remediar el enredo, como suele ser habitual que la culpa siempre sea de otros, habitualmente los conductores, que de manera habitual viajan cuando no deben. Lo que no es tan habitual es que multiplique el problema quien está obligado a solucionarlo. Ya lo dijo Marx, (don Groucho, por supuesto): “La política es el arte de buscar problemas, encontrarlos, hacer un diagnóstico falso y aplicar después los remedios equivocados”.

Es habitual que todos los políticos siempre ganen las elecciones, y también nos hemos habituado a que la oposición nunca reconozca una buena acción del que gobierna. Y habitual es entre nuestros gobernantes ver paja en ojo ajeno pero no la viga en el propio, y decir aquí que la oposición no ha digerido un resultado en las urnas, mientras que doscientos y pico kilómetros más al sur, de forma habitual, regurgitan pésimas digestiones electorales que resultan un insulto a la democracia y a la ciudadanía. Ya lo dijo el periodista estadounidense Henry Brooks Adams: “El ejercicio de la política consiste en ignorar los hechos”.

En fin, en ciertas ocasiones es habitual utilizar la palabra habitual para hacernos creer que lo inhabitual es habitual. Es habitual dejar caer ciertas aseveraciones para confundirnos, aprovechando la flaqueza de la memoria y convertir, de una manera poco habitual, el adjetivo "provisional" en el no menos adjetivo "habitual". Verbigracia: "Las barracas no podían fallar en las fiestas (...) por lo que tendrán reservado su espacio habitual en la confluencia de la calle Francisco de Vitoria con Eloy García de Quevedo" (web del Ayuntamiento, noticias de junio de 2006). Un día desaparecieron de su verdadero lugar habitual sin que se dieran explicaciones contundentes, aunque estamos habituados a ello. No faltaron sospechas. Otro periodista del imperio, Ambrose Bierce, sabía la verdad: "Política: conflicto de intereses disfrazado de lucha de principios".

ROSA ROSAE (25 de mayo de 2006)

Todos los que jamás leemos las revistas del infarto, presentimos, como por embrujo, que el Hola es el camino, la realeza de la prensa visceral, faro y guía de la cosa rosa. Con exquisita delicadeza, cual jardín floreado, su página web dio cumplida cuenta de ese acto sin par que organizó nuestro bien amado gobierno munícipe para presentar ese primaveral proyecto bautizado como ‘Burgos Ciudad Paisaje’, que desde mañana perfumará nuestra ciudad con delicadas especies florales. Hola.com apenas dedica un breve apunte de las madrinas del acto, Elsa Anka y Lara Dibildos, y se centra en el pimpollo evento y lo bien que han cavilado nuestros ediles. Lo dicho: baliza del papel couché.

El acto tampoco pasó desapercibido para la agencia Europa Press que, conmovida por la noticia, realizó una escueta pero exhaustiva crónica sobre… el dúo Elsa-Lara. Abróchense los cinturones:

Elsa, radiante con un vestido primaveral de lunares, aseguró que “aunque soy nacida en Barcelona, yo me siento muy universal, muy mediterránea”. Quien no vea diáfana su relación con Burgos es que es bobo. Pero lo que hizo palidecer al personal es la primicia que regaló: desde hace un par de años vive coladita por un joven llamado Pablo (nombre donde los haya de gente seductora, si se me permite). No me digan que el acto no tuvo sentido floral y musical: Paul-Anka.

Sin embargo, lo mejor vino con esa delicada florecilla que atiende al nombre de Lara, mujer recia que “lleva bien vivir lejos de su pareja, el jinete Álvaro Muñoz Escassi”, que es casi famoso. A la hora de cerrar este semanario desconocemos si el novio de la Dibildos se lleva el trabajo a casa. Y no se despidió sin su perla geográfica: “Toda la vida he estado yendo al sur y allí me siento como en casa”. En efecto, también tiene su conexión burgalesa: dicen que busca mansión en la zona de Pisones.

Abreviando: de ‘Burgos Ciudad Paisaje’, ni flores. Y que nadie cometa la ordinariez de preguntar cuánta pasta se levantaron ambos pétalos por el evento.

¿Dejaremos algún día en esta ciudad de hacer el capullo?

¿TEDETÉ O DEDETÉ? (27 de abril de 2006)

No hay piedad. El futuro amenaza con televisiones municipales, derroche inútil en prez concejil, gracias a ese maravilloso invento que es la TDT (tedeté en adelante, si me permiten). Coincidiendo con este estremecedor augurio, algunos políticos regionales desafían nuestra paciencia con una propuesta para extender la estupidez catódica a toda la Comunidad Autónoma. Cómo si no les bastara con manejar tanto medio…

No hay que ser muy espabilado para prever la ruina: las televisiones públicas son máquinas de laminar presupuestos, la mayoría de las veces incumpliendo su misión de servicio público. Cuando lleguen los canales locales o regionales, que llegarán, que están llegando, vayan ustedes pensando en rascarse los bolsillos, que esto no es gratis, y dense prisa en reclamar aquella obrita que necesita su barrio, que luego la cosa va a estar cruda.

Y digo yo que si los que se dedican a este negocio de la televisión en plan serio, a lo grande, llenan sus horas con programas laxantes, ¿qué nos espera cuando sintonicemos Tele Concejo? Me temo que el efecto contrario, aburridamente estreñidos, a base de inauguraciones, visitas, plenos y recepciones, con una estrella permanente, el alcalde de turno, cuya vida inundará nuestras ondas: “El alcalde en la cabalgata”; “El alcalde con las peñas”; “El alcalde en el fútbol”; “El alcalde en los toros”; “El alcalde de vacaciones”; “¡El alcalde trabajando!” Y luego vendrán las encuestas callejeras: “¿Conoce usted al alcalde?” “No te jodé, ¿tú no?”

Para mí que esto de la tedeté no es sino un embrollo acrónimo que enmascara su verdadera faz: puro dedeté, plasma tóxico. Pero alguno se aprovechará. Quizá sirva para poner al frente del bodrio a algún mendrugo con título de Ciencias de la Información, aunque nunca le haya servido para ejercer como periodista.

HE SIDO YO (23 de marzo de 2006)

Fui yo, sí, quien el otro día hurtó su preferencia en el paso de cebra, temeroso anciano, y quien a continuación rebasó el semáforo en ámbar, a punto de rojo, para llegar a la rotonda por delante de usted, señora, que se incorporaba por la derecha. ¿Se acuerda? Sí, mujer, el mismo que unos metros después la vistió con un traje de insultos, algunos machistas, como no podía ser menos, por su torpe manera de conducir.

También soy yo el que suele escupir a sus pies cuando nos cruzamos por la calle, con una habilidad bucofaríngea bien trabajada durante años, que confiere a mis flemas una plasticidad artística que usted, en vez de apreciarla, mira con repugnancia. Y yo soy quien adorna con perfumadas micciones las esquinas de su plaza, a las que llego atravesando ese jardín que, no sé por qué, cada vez está más pelado. Y también tiro los papeles al suelo, y las colillas, lo mismo las del cenicero del coche, en la orilla de cualquier acera, como las que usted encuentra en el rellano de su casa o en el ascensor, tras ese pitillito clandestino que enfosca los pulsadores.

Fui yo quien aparcó en doble fila hace un par de días y le tuvo a usted inmovilizado durante media hora, y el que se le cuela en el quiosco y en la fila del pan, el mismo que deja el carro cruzado en el pasillo de los aceites y quien se hace un hueco a empellones cuando salimos del cine. En efecto, soy quien habla a gritos, más aún cuando el escape de mi moto ruge en la noche, y quien patea las papeleras sin testigos. A mí se me ocurrió grabar con el móvil collejas bestiales, y soy el azote de los vagabundos de cajeros.

No, nadie es culpable. He sido yo, el mismo que siempre se queja de lo mal que los demás hacen las cosas.

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